CONFIANZA EN EDUCACIÓN

 

Desde hace muchos años en nuestros cursos de formación dedicamos un apartado a este tema tan importante del que hoy quiero hablaros: la confianza.

La idea de incluir este tema en la formación Baobab tuvo el germen en una conferencia del médico Mario Alonso Puig que vi hace muchos años, donde explicaba de manera muy clara cuales son los distintos tipos de respuesta que tenemos los seres humanos frente a una situación determinada. En esta conferencia el doctor Mario Alonso se alineaba con algo a lo que había dado mucha importancia en Baobab al hablar de los tres cerebros y de cómo éstos se relacionan entre sí. Para nosotros es fundamental ver cómo se estructuran y organizan las distintas capas cerebrales a lo largo de las distintas etapas de desarrollo para comprender el crecimiento, el comportamiento y el aprendizaje.  El Doctor Mario Alonso explicaba así de modo muy sencillo que tenemos 2 tipos de respuestas básicas ante una situación nueva o desconocida: el modo de adaptación y el modo de supervivencia. El modo de supervivencia es el modo en que el cerebro entiende una situación nueva como una amenaza, por ejemplo, cuando viene un tigre. En esta situación se activa la amígdala, que es la parte del cerebro que entre otras funciones se encarga de poner en marcha este sistema de respuesta de supervivencia, proponiendo tres reacciones extremadamente rápidas y necesarias: ataque, huida y bloqueo. Obviamente cuando viene un tigre no hay tiempo para andar cavilando qué hacer, reflexionar sobre el tipo de experiencia que estamos teniendo o cosas similares, hemos de actuar rápido. Entonces tenemos estas tres reacciones ante esa situación: ataque, huida y bloqueo. La amígdala se hace cargo de la respuesta enviando mayor flujo sanguíneo a las extremidades y segregando noradrenalina y cortisol. El flujo sanguíneo se deriva precisamente de la corteza cerebral, reduciéndose el riego de las zonas de los lóbulos frontales dedicadas a la reflexión y la creatividad, y de otras zonas que no necesitan de riego en ese momento como el tracto digestivo.

Por otra lado existe otro tipo de respuesta frente a una situación desconocida, antes una situación nueva, se trata de la respuesta adaptativa. Esta respuesta es contraria a la anterior y viene posibilitada por la existencia del cerebro nuevo o neocórtex, que es la capa del cerebro que nos permite crear nuevas respuestas a problemas inesperados. Ahí el cerebro abre la ventana de la creatividad y la imaginación.

Estos mecanismos son perfectamente válidos y necesarios. El problema, dice Mario Alonso, es que muchas veces cuando nos encontramos frente a situaciones vitales desconocidas o amenazantes nos ubicamos en el mecanismo de respuesta de supervivencia, como si viniese un tigre. De esta manera en ciertas situaciones de estrés, de incertidumbre, todo ese mecanismo se activa, y mis respuestas automáticas e inconscientes son el ataque, la huida o el bloqueo. Estas respuestas, que pueden estar producidas por situaciones puntuales que las disparan, son sobre todo problemáticas cuando me habitúo a ver mi día a día con estrés, y por tanto aprendo a transitar mi día con este mecanismo de supervivencia activado. Esto causa un enorme gasto energético, obviamente causa problemas de salud, y en un círculo vicioso, impide que encuentre los recursos internos para adecuar mi respuesta a las distintas situaciones reales que se me presentan y por tanto a encontrar soluciones creativas.

El ámbito de la educación y la crianza muchas veces nos pone frente a este tipo de situaciones. Primero porque hoy en día estamos en un contexto de una extrema incertidumbre. La incertidumbre es la falta de seguridad en como se va a desarrollar el futuro, por la propia velocidad del cambio que se da en nuestras sociedades. Es una incertidumbre y una velocidad vertiginosa de cambio con la que tenemos que aprender a lidiar, y que no ha sido la norma en la Historia. Este cambio a su vez produce una falta de suelo, de fundamentos, de seguridad en relación a los parámetros de educación que son necesarios en cada momento. Es decir, en una sociedad tradicional, cómo había que educar estaba dado y sostenido por los principios que se heredaban de la comunidad. Hoy en día hay una gran presión de la imposición externa de qué se ha de hacer, pero a la vez hay una gran confusión sobre qué y cómo es mejor educar a los niños dado el tipo de sociedad a la que amanecen. Hay una profunda crisis de valores que redunda en esta sensación de inseguridad e incertidumbre. 

Por otro lado, y de manera inevitable, el ser padres nos enfrenta con un sinnúmero de situaciones que son nuevas, que desconozco por completo, muchas de ellas inesperadas, y muchas muy intensas. Ante este tipo de situaciones que se van a suceder frecuentemente durante la crianza, yo, como adulto, he de ver cómo me posiciono. ¿Me posiciono en modo supervivencia o modo adaptativo? ¿Me posiciono frente a los distintos y continuos retos como si viniese un tigre? ¿o desde la perspectiva del desafío de encontrar respuestas creativas a un problema nuevo y desconocido?

Los niños nos muestran precisamente esta gran lección. Ellos, a cada paso y situación, se encuentran en esta tesitura: esto es nuevo. Nosotros nos hemos acostumbrado a filtrar cada situación por la experiencia pasada, a verla a través de lo ya vivido, a vivirla como algo viejo. Es un modo de operar lógico y natural que pese a todo desemboca en que cada momento presente lo retrotraigo a una experiencia del pasado, lo clasifico en una experiencia vivida, adscribo cualquier experiencia a algo anterior que determina lo que esto ES, de manera que en último término lo vivo todo como algo viejo. Nada me asombra, nada me produce una impresión fresca, viva. El niño en cambio trae esa otra perspectiva que nos contagia y nos ayuda: cada presente es único, es nuevo, es inimitable, es asombroso. Estamos vivos, y cada situación es diferente. Los niños nos traen de vuelta esta posibilidad de abrirnos de nuevo a la vida.

De esta manera los niños a cada rato nos van a confrontar con esta cuestión: este reto que tengo frente a mi, esta situación, es nueva, y no conozco de antemano la solución. No tengo la respuesta. Una rabieta, una situación incómoda en el supermercado, un conflicto, una situación de límites, cuando se da un golpe… mil y una situaciones donde veo que se dan esos dos posibles caminos: el modo supervivencia, (viene un tigre), o el modo adaptación. El modo adaptación implica aceptar la situación como desconocida, pero no como amenazante. Implica asumir la relación con lo que sucede en el presente como un desafío, o como algo fresco y asombroso, pero no como un peligro. El modo de adaptación conlleva asumir que soy capaz de encontrar una respuesta, y que esta respuesta no la conozco de antemano. Implica saber y asumir, que soy una entidad creativa, que esta creatividad está en mi, y que puedo estar tranquilo. Este modo adaptativo implica entender que el hecho precisamente de estar tranquilo es lo que va a favorecer que pueda responder y encontrar la mejor respuesta posible ante lo que se presenta.

Hay una parte aquí de temperamento, pero también hay una parte muy importante de comprensión. Necesito adentrarme en el presente y en los distintos desafíos que se dan en mi día desde una posición de calma, de apertura, de saberme capaz de encontrar las respuestas. Esto es lo que llamo confianza.

 Tener confianza significa esto, saber que con los niños las situaciones que se van a ir sucediendo a lo largo de los años son situaciones insospechadas. Sobre todo en los primeros años estas situaciones se suceden de manera muy rápida. Cada mes es una fiesta. Cada encuentro es algo distinto que requiere de mi algo diferente. Nos encanta tirar de nuestro inventario de respuestas adquiridas en el pasado y utilizarlas como herramientas en el presente. Pero muchas veces esto no nos sirve. En ocasiones es más útil asumir esta actitud de juego, de desafío, ante la situación. La clave es esta: confía. Confía en que, primero, lo más probable es que la situación no es tan grave, (puedes valorar si viene o no un tigre, si es equiparable a la situación del tigre y por tanto requiere de ese tipo de respuesta). Si no es equiparable a la situación de tigre entonces relájate, confía, ábrete a la posibilidad del encuentro creativo, vivo. Disfruta de esa incertidumbre, a veces, de la incomodidad de la incertidumbre. Lo nuevo, es desconocido.

 

Hay otro aspecto al menos tan importante en relación a la cuestión de la confianza, y es que ubicándome internamente en este lugar de confianza, así también yo doy confianza a la otra persona. Y esto es de un inmenso valor para la vida de los niños, para toda su vida futura. Tener confianza es habitar un lugar interno que dice, sin decir: confío en ti. Confío en que tu puedes, en que lo vas a lograr. Quizás ahora no, quizás sí, no importa. Confío en que lo vas a conseguir. Confío.  No hace falta decir nada, es una mirada, es un lugar que habito y una energía y un sentimiento que imprimo en los niños: tu puedes. Yo confío, plenamente, sin reservas.

 

Como dice André Stern, los niños serán como les miremos. Y tendrán como ejemplo aquello que somos como adultos. Son ambos polos, que son los polos de la misma ecuación. Una de nuestra mayores dificultades hoy en día es la confusión, la desorientación, la falta de claridad, en definitiva, el miedo. Vemos que en cuanto hay claridad, en cuanto hay confianza, el niño de alguna manera lo percibe de manera directa y todo fluye, toda la situación cambia. No es que todo tenga que fluir siempre, pero sí que es importante adquirir poco a poco la comprensión de que puedo habitar un lugar de confianza y aceptación, tanto para mi mismo, para mi propio bienestar, mi salud, mi energía, mi crecimiento, como para el bienestar de los niños con los que estoy, que cuentan con el empuje extraordinario de la confianza de la persona que les quiere. De una mirada de aliento, de fe, de valor, de unión.

Debe poco a poco darme cuenta qué lugar interno ocupo en cada tipo de situación. A partir de ahí puedo ir ocupando ese lugar de confianza.

Terminando de nuevo con Mario Alonso. Él nos dice que la fe, la confianza, es el reconocimiento de las propias capacidades. Esta fe puede mover montañas, que generalmente son montañas interiores, e implica no necesitar primero las evidencias, pues entonces, no es fe.

 

La confianza nos pone en contacto con una energía más inteligente, más fina, que hay en nosotros. Esta energía está ligada a la conciencia, a la creatividad, a la alegría, a la unión, que es la matriz del crecimiento de las personas y las relaciones humanas.

 

Confía.

Baobab