Breve Introducción
La Casa del Baobab es un proyecto que nace en 2008 motivado por la ilusión de crear un marco adecuado para el acompañamiento del desarrollo de los niños pequeños y sus familias. Baobab no es una escuela infantil, ni tampoco una guardería, como intentaremos clarificar en las siguientes líneas.
La pregunta siempre ha sido la misma ¿cómo crear el mejor entorno posible para el niño pequeño? Esta pregunta ha sido nuestra guía y nuestra dirección.
El marco de nuestro trabajo es responder a las necesidades de los niños. Construimos desde esa premisa. Tres elementos acompañan esta visión para hacer posible responder a estas necesidades: El primero es el respeto al Yo del niño, a esa individualidad única, con su ritmo particular, sus capacidades y dificultades. El segundo es el trabajo personal del maestro o maestra. El tercero el vínculo con las familias, la calidez entre los modos de relación establecidos entre el hogar y el jardín.
Desde este lugar hemos ido dando pequeños pasos, muy poco a poco. Con mucha cautela, tratando de que nuestros pies siempre estuviesen bien firmes antes de dar el siguiente paso. Los primeros años de Baobab fueron dedicados a la etapa 0-3; después consolidamos el grupo 3-6. Esos primeros años trabajando con 0-3 de alguna manera imprimieron una cualidad que siempre nos ha acompañado, que es la cualidad de hogar, esa calidez de una casa donde lo emocional, lo afectivo, la anímico, es el suelo desde el que construimos todo el maravilloso edificio de la pedagogía Waldorf. Con toda nuestra pasión, nuestra alegría y nuestra entrega hemos creado lo que hoy es La Casa del Baobab.
Es por esto que Baobab no es una escuela infantil, ni pretende ni ha pretendido nunca serlo. Hay escuelas infantiles maravillosas, con maestras y maestros maravillosos haciendo un trabajo extraordinario. Lo que buscábamos nosotros no estra dentro del marco institucional de la escuela infantil. No es ni mejor ni peor, buscamos cosas distintas. Para nosotros el marco de la escuela infantil no nos permite crear las condiciones de crecimiento que buscamos para los niños y las niñas. Para eso es fundamental poder contar con grupos mixtos en edades, algo que en ocasiones no es fácil de hacer en las escuelas infantiles. También para nosotros es importante entender que los niños y niñas de esta etapa llama de educación infantil aprenden de acciones reales con sentido; para ello es importante que los adultos realicen acciones y tareas reales, propias de la vida real, algo que a veces es complicado en la escuela infantil.
¿Dónde estamos?
Hoy en día los niños amanecen a un mundo donde lo primero que necesitan es estar fuertes, seguros y confiados dentro de sí mismos. Para ello necesitan desarrollar su cuerpo como sede de esa confianza, esto es, moverse, jugar, trepar, correr. Necesitan ser creativos y poder relacionarse. Necesitan poder resolver problemas y conflictos, encontrar soluciones. Necesitan saber qué quieren, qué desean, como base para establecer una matriz cognitiva que les permita orientarse en el mundo actual. Saber hablar, expresarse, entender qué necesitan y qué necesita el otro.
Hemos de permitir que los niños mantenga un contacto con su instintividad, con su cuerpo, sus deseos, sus intereses reales, su emoción, su pensamiento, pues ese contacto es la base de la inteligencia. Desde ahí pueden generar un pensamiento ágil, despierto, flexible; una emoción sana, abierta, cálida. Si hay un respeto a ese contacto natural y se desarrolla de un modo sano y vivo, motivado desde el interior, entonces el individuo puede comportarse como un ser humano íntegro, con unos valores, dentro de un horizonte de sentido y responder a su vida desde esa posición. Confiamos plenamente en los niños, pero entendemos que nosotros, como adultos que les acompañamos diariamente en La Casa del Baobab hemos de a nuestra vez exigirnos estar también en ese camino de contacto con nosotros mismos.
A los niños pequeños les vemos, les sentimos en toda su entidad. Cuando les conocemos nos damos cuenta de que no son personas por “formar”, vemos que ya traen toda su entidad, y que lo que hacemos es posibilitar que esa entidad pueda crecer, fortalecerse y manifestarse en este plano.
Nuestro trabajo en este sentido consiste en crear un ambiente lo suficientemente adecuado, bueno, bello y afectuoso como para que el niño pueda crecer por sí mismo, y a la vez como para que el adulto, en algunos momentos, pueda de alguna manera quitarse de en medio. Este es el arte que buscamos: cómo poder estar en contacto mediante una atención afectuosa que acompañe y aliente su crecimiento, a la vez que creamos un espacio de autonomía y libertad para ese crecimiento pueda darse. A su vez el adulto ha de trabajar en la presencia, en la calidad de su atención, en mantenerse recogido y a la vez sencillo y abierto a un contacto natural y afectuoso con el niño; lo más importante es querer a los niños, que ellos se sientan queridos y respetados, que sientan que uno sabe quienes son, es decir, establecer una relación real entre dos seres humanos. Ahí va permeando una experiencia: el mundo es bueno, el mundo me acoge, la vida merece la pena ser vivida, y más aún, yo valgo por ser quien soy, sin condiciones.
Lo vemos muy claro, cuando el ambiente, el grupo y el adulto está donde tiene que estar, tanto a nivel externo (número de niños, preparación del espacio, ritmo, etc.) como interno, entonces vemos que se van dando todos los procesos de maduración de modo sano y armónico. En otras palabras, si hay un vínculo de apego seguro, una relación afectuosa sana y respetuosa, entonces el niño explora, aprende, y se dedica a hacer lo que tiene que hacer en cada etapa y en cada momento de su desarrollo. Ese dedicarse a hacer lo que le toca es lo que el adulto que acompaña ha de cuidar con detalle.
Evidentemente este arte conlleva dificultades. Es mucho más sencillo dirigir al niño, mantener una actitud autoritaria o directiva, sin embargo la percepción de vitalidad, alegría, salud y plenitud que se establece, que sentimos, cuando hay un ambiente donde se puede crecer de manera autónoma, sostenidos y acompañados, es incontestable. No podemos ya caer en los viejos patrones de relación. El ambiente relajado es algo que se percibe, es una calma interna que el niño va asumiendo como propia, es donde puede florecer una verdadera unión interior para la vida del niño. Queremos ver niños con confianza, que tengan la confianza de poder ser ellos mismos en todo momento y en toda circunstancia para que puedan guiarse en su vida escuchando a su corazón.
¿Por qué un Jardín de Infancia Waldorf?
Siempre nos ha parecido extraordinaria la manera en que la pedagogía Waldorf atiende las necesidades de los niños. De qué modo ofrece una comprensión sencilla y a la vez muy profunda de estas necesidades.
Baobab es un Jardín de Infancia Waldorf. Pero ¿qué significa eso? ¿Qué peculiaridades tiene un Jardín de Infancia Waldorf respecto a otra institución educativa?
La primera es que las familias son parte activa de la vida del jardín. Trabajamos juntos, Baobab es una entidad que sostenemos entre todos, anímica y prácticamente, ubicándose el niño en el centro.
En segundo lugar la pedagogía Waldorf entiende al niño y al ser humano no sólo en su dimensión material y física, sino también en su dimensión emocional, anímica, psicológica y espiritual. El curriculum atiende por tanto, siempre, a posibilitar la maduración de estos aspectos de nuestra vida, al ser humano de manera integral.
En tercer lugar trabajamos desde el ritmo, el ambiente y la imitación. El ritmo es la respiración del día; siempre hay un momento de expansión, seguido de un momento de concentración. El ritmo es lo que crea una estructura armónica que nos lleva a través de los distintos sucesos y propuestas. Las canciones anticipan lo que va a suceder y el niño integra ese suceder dentro del cual se siente seguro. También hay un ritmo semanal y un ritmo anual. La vivencia del tiempo es muy distinta en el niño, y el ritmo le ayuda a integrar poco a poco la dimensión del orden temporal.
El ambiente es lo que creamos y ponemos a su disposición: ahí hay una escucha del momento de desarrollo de ese niño en particular. La escucha de su interés particular, de su necesidad particular. También hace referencia al clima que imprimimos en el ambiente, como disponemos un clima de armonía en nuestra vivencia. Esto tiene relación con la presencia que los adultos tenemos en el desempeño de nuestros actos, y también el modo en que nos acercamos al niño. En Baobab trabajamos desde el ambiente, y cuando te acercas a un niño directamente, nuestra manera de realizar ese contacto, sea a través de la palabra o la mirada, es especialmente importante cuidarla, pues estás tocando ese Yo, esa voluntad, y eso es lo que más he de cuidar.
La imitación por su parte es una dimensión de enorme trascedencia. En pedagogía Waldorf las personas que estamos diariamente con los niños no nos llamamos acompañantes, nos llamamos maestros, pues nosotros somos las personas de referencia para el niño. El niño imita todo lo que somos, nuestros actos, pero también nuestras actitudes, nuestros estados de ánimo, nuestros pensamientos, nuestra alegría, nuestro entusiasmo, nuestra integridad. El niño imita lo que el adulto es a través de la integridad de sus acciones.
Estas tres dimensiones son las que enseñan al niño, a través de las cuales el niño aprende. A esta edad el niño no está en un aprendizaje explícito, en un aprendizaje que pueda darse a través de una charla o explicación, los aprendizajes son siempre implícitos, a través de la experiencia vivida.